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Cayéndonos de la burra: una apuesta por la tracción animal.

Aumenta el empleo de bestias para la labranza de la viña por motivos de eficiencia energética y cuidado del suelo.
Más de 100 municipios franceses recogen los desechos de las calles valiéndose de un carro tirado por caballos. Muchas explotaciones agrícolas del país vecino emplean bestias para las labores simples de tracción y tractores para las tareas con hidráulico, minimizando así los costes energéticos. También en Alemania, la utilización de burros, mulas y yeguas gana cada vez más adeptos entre los practicantes de la agricultura ecológica y biodinámica. A nivel mundial, se estima que 100 millones de agricultores emplean tractores para labrar, mientras que otros 400 lo hacen con bestias. Probablemente, de estos últimos la mayor parte elegiría la mecanización si tuviera la oportunidad de hacerlo. Sin embargo, y cuando la «revolución verde» ha quedado ya completamente desmitificada y sus consecuencias han sido sufridas en carnes propias por la mayoría de los campesinos, la sostenibilidad de la tracción animal en ciertos casos -no sólo para con el medio ambiente sino para con la propia economía de la explotación-, se hace más y más evidente. En el sector de la agricultura ecológica, la labranza con bestias presenta una serie de ventajas innegables, constituyéndose en una parte más del ecosistema. La integración del animal en los flujos e intercambios complejos del sistema agrosilvopastoral supone una fuente innegable de riqueza y diversidad. Aparte de representar una excelente fuente de abono y fertilidad para el suelo, las bestias compactan menos la tierra al trabajarla. La labor resulta más precisa y la estructura del suelo no resulta dañada, lo que es de una gran importancia en el caso de terrenos que por circunstancias especiales sean extremadamente frágiles. Este es el caso de muchas viñas que han decidido regresar a la tracción animal, lo que ocurre también en la circunstancia de que las cepas sean antiguas y el reducido marco de plantación impida la mecanización. En la Ribera del Duero y en las comarcas catalanas de L'alt Penedés y Priorat la labranza con bestias ya es una realidad, resultando igualmente práctica en terrenos de olivar aterrazados. Para trabajos madereros, asimismo, se está empleando la tracción animal cuando el relieve impide el acceso de maquinaria pesada a la parcela, o cuando el empleo de ésta fuera a ocasionar importantes destrozos. En el aspecto económico, las diferencias son apabullantes. Al contrario que los tractores, los animales se reproducen y alimentan de forma sencilla, por lo que los costes de adquisición y mantenimiento son irrisorios en comparación. No sólo no contaminan, sino que ofrecen al agricultor una independencia de los combustibles fósiles y en general de las grandes corporaciones del mercado internacional que repercute de manera muy significativa en la soberanía agroalimentaria. También el rendimiento relativo es más interesante que el de la maquinaria agrícola, si tenemos en cuenta la Tasa de Retorno Energético (resultado de dividir la energía obtenida entre la energía empleada). De acuerdo con la comparación realizada por el profesor Fernando Balenilla, por cada caloría invertida una granja inglesa preindustrial devolvía 40 calorías, los cultivos tradicionales de secano de Castilla proporcionaban 20. Pero en la actualidad, la agricultura española devuelve por los pelos la caloría invertida, mientras que en EE.UU. Hacen falta más de 7 calorías para producir una sola. Y es que más rápido y más mecanizado no siempre significa más eficiente. Teniendo en cuenta el peso de un caballo y de un tractor, el rendimiento del primero en el trabajo de tracción es aproximadamente de un 20%, mientras que del segundo es sólo de un 6%. En lo que se refiere al «combustible», un caballo puede alimentarse a lo largo de un año con lo producido por una hectárea y media (tomando como referencia el clima atlántico francés). Para realizar el mismo trabajo, un tractor que funcionara con biodiésel necesitaría de la producción completa de 5 hectáreas de cultivos oleaginosos. Los biocombustibles no se presentan pues como una alternativa a los combustibles fósiles, ya que, en este terreno, la maquinaria se convierte en competidora de la fuente de alimentación del hombre, y está claro que necesita de mucho más para saciarse. De acuerdo pues con Bernard Dangeard, el caballo es energéticamente más interesante que el tractor «en los trabajos de tracción pura (trabajo del suelo, transporte de proximidad, atenciones a la granja)» (…) «en un escenario cercano de aumento irreversible de los precios de los productos petrolíferos». Por todas estas razones, en los últimos años en nuestro país están surgiendo numerosas escuelas agrarias que imparten clases de tracción animal. En ellas se enseña desde cómo seleccionar y adiestrar a los animales hasta la manera idónea de realizar cada tarea agrícola, pasando por el manejo de los aperos y del equipamiento. A pesar del incremento de la oferta formativa, y quizá porque la crisis ha dejado en evidencia la mayor sostenibilidad de la labranza con bestias, parece ser la demanda sobrepasa con creces la oferta. También en los últimos años han sido introducidos desde Francia, país pionero en la modernización de la tracción animal, numerosas innovaciones en cuanto al equipamiento. Diversas empresas han actualiado y modernizado diseños de herramientas como los arados tradicionales, permitiendo acoplarles diversos aperos y exportándolos a países en vías de desarrollo como solución idónea para las pequeñas extensiones de terreno. Por lo general el animal preferido para la labranza en España es el burro, frente a la yegua, la mula, o los bueyes de trabajo. Sus partidarios aseguran que es capaz de realizar un trabajo más «fino». De momento, parece que estas iniciativas contribuirán también a la recuperación y mantenimiento de la población de la especie asnal, que como bien es sabido se encontraba en los últimos tiempos en un preocupante declive, camino de convertirse en un animal de zoológico. Y para quienes alberguen preocupaciones con respecto a la «explotación laboral» que pueda producirse a consecuencia del empleo de tracción animal, de momento la mayoría de granjas ecológicas que se valen de ella suscriben el Código Internacional de Práctica para Burros de Trabajo, redactado por la Liga Internacional Protectora del Burro y la Sociedad Mundial Protectora de Animales. Evidentemente, la bestia no puede sustituir al tractor en inmensas extensiones de cultivos intensivos, pero lo que se está redefiniendo es precisamente el sistema agrícola en su totalidad. Los augurios para quienes se mantengan dependientes del petróleo no son buenos. Por otra parte, los elevados costes de la maquinaria esclavizan al agricultor, obligándole a la amortización a través de un rendimiento muy elevado que sólo se puede lograr por medio de la agricultura intensiva. Por el contrario, la tracción animal se integra perfectamente en un modelo sostenible en el que haya una mayor variedad de cultivos, extensiones más reducidas y un laboreo menos invasivo. Un sistema coherente y de equilibrio con el medio hacia el que la agricultura en España avanza ya, poco a poco pero con paso firme.

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