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El almendro: un cultivo rústico y austero

Puede que vayas a hacerte cargo de una parcela de almendros, o que tengas uno en tu jardín. A pesar de ser muy poco exigente, hay cuidados a tener en cuenta.
Por norma general, el almendro se adapta muy bien a los climas secos y soporta con estoicismo incluso los suelos muy pobres. Pero esto no quiere decir que no puedas mejorar sus condiciones de cara a obtener un producto de más calidad y a mejorar el equilibrio del ecosistema de la finca o jardín en general. Para empezar, es importante conocer las características de las distintas variedades de almendro, ya que presentan diferencias sustanciales. La clasificación principal depende de la época de floración. Así, vamos a hablar de variedades de floración temprana (Marcona, Desmayo Largeta...) que florecen de enero a febrero. El fruto es de una gran calidad, pero si el año es frío existe un gran riesgo de que resulte destruido por las heladas. Se trata de árboles muy longevos, pero, como inconveniente, todos ellos necesitan de polinización cruzada -es decir, ser fecundados con otra variedad-. Los tipos de almendro que florecen en marzo o abril están menos expuestos a las heladas. Además tienen un alto rendimiento y empiezan a producir pronto. Como inconveniente, su vida útil es más breve y la almendra que producen es de peor calidad. Ferragnés, Ferraduel, Guara... son algunas de las variedades más comunes. Dependiendo de las características del terreno y del clima, será más o menos conveniente elegir una determinada variedad, siempre teniendo en cuenta sus diferentes características. En las últimas décadas, se ha venido abusando del laboreo en las plantaciones de almendros, de manera que los suelos ya de por sí pobres se han perdido aún más materia orgánica. El tradicional aterrazamiento de los terrenos no es suficiente para evitar la erosión, que se ha llevado la mayor parte de los nutrientes del suelo y con ellos los microorganismos. Una opción para proteger al suelo es recurrir a cubiertas vegetales que, aparte de contrarrestar la erosión y aportar nutrientes, aumentan la disponibilidad de agua y sirven de refugio a los organismos auxiliares indispensables para la biodiversidad. Entre los cultivos más recomendados para cubierta vegetal se encuentran las leguminosas, que, combinadas además con cereales, representan una excelente fuente de nitrógeno. Lo ideal sin embargo es incorporarlas al suelo a finales de mayo, antes de que con las altas temperaturas y la sequía empiecen a suponer una competnecia en cuanto a recursos. Para ello pueden utilizarse aperos ligeros o bien ganado, que a parte de pisotear la cubierta vegetal supone un extra de fertilidad. Los restos de la poda o de la cosecha también pueden desmenuzarse e incorporarse al terreno. Ningún recurso debe desaprovecharse: la falta de materia orgánica hará que los árboles envejezcan antes de tiempo. En circunstancias extremas, puede ser conveniente aportar directamente nitrógeno, fósforo y potasio. Se calcula que por cada 100 kilos de fruto que se recogen, correspondería aportar 4, 2 y 6 kilos de cada uno de estos elementos respectivamente, aunque por supuesto habría que tener en cuenta la concentración presente en los diferentes tipos de estiércol. Generalizando, podríamos decir que si un árbol da dos kilos de almendras, habría que aportarle 2 kilos y medio de una materia orgánica cuya concentración rondara el 3%. En el caso del fósforo podemos suministrar también fosfatos naturales, aunque estos sólo serán desintegrados e incorporados por la planta si hay sufcientes microorganismos en el suel. En cuanto al potasio, se puede agregar por medio de las cenizas o con sulfatos naturales. Las plagas pueden suponer también un importante quebradero de cabeza para el cultivo del almendro. Como estrategia general, es recomendable aumentar la biodiversidad tanto como sea posible, por medio del aporte de materia orgánica, de la creación de una cubierta vegetal, o evitando los tratamientos no selectivos incluso cuando están permitidos en ecológico. O bien emplear los tres recursos a la vez. La asociación de cultivos es también una práctica tradicional: en muchas regiones las líneas de almendros van intercaladas con arbustos de alcaparra. El barrenillo (un tipo de escolítido) taladra la corteza de los árboles debilitados por la sequía o por la pobreza del suelo. Los elige como víctimas porque el torrente de savia es más débil. Hay que mejorar las condiciones generales del árbol, por ejemplo mediante la poda, retirando rápidamente los restos afectados. Otra plaga que se puede presentar con asiduidad es la orugueta (aglaope infausta). Es una oruga que devora las hojas, a excepción de los nervios, cuando estas están recién brotadas. En los últimos tiempos se ha extendido más debido a la desaparición de las aves insectívoras: herrerillos, carboneros, collalbas, abubillas... La conservación de vegetación natural y la colocación de cajas nido puede compensar un poco atrayendo nuevas aves. Para combatir a la oruga directamente se pueden encalar troncos y ramas en invierno para destruir los refugios, o bien tratar con bacillus thuringiensis en el momento de la brotación, cuando las larvas de orugueta son aún pequeñas. Las piretrinas se podrán aplicar como último recurso, ya que no son inocuas para la fauna auxiliar. Otro enemigo del almendro son las diferentes variedades de pulgón (myrzus persiae y otros). Los tipos que más afectan al almendro son el verde (que ataca las hojas nuevas y es el más peligroso), el harinoso (que ataca a las hojas más viejas) y el de la madera. Los insecticidas poco pueden hacer contra la explosión de pulgón que puede producirse en primavera, es más efectivo emplear la lucha biológica. La fauna auxiliar reduce de manera significativa la intensidad y la duración del ataque. Si la actuación de las mariquitas, crisopas, moscas de las flores etc. no fuera suficiente, podríamos recurrir al jabón potásico o incluso a otros productos más fuertes como el neem, la rotenona o las piretrinas. Por último, en ocasiones las plantaciones de almendro, sobre todo cuando son recientes, se pueden ver afectadas por hongos como el Mal Blanco o Armillaria. La mejor forma de prevenirlo es evitar el encharcamiento de las raíces y no enterrar muy profunda la base del árbol. Otros hongos como el Fosiococcum o la Monilia, la Mancha Ocre, la Abolladura o la Lepra pueden afectar en primaveras muy húmedas y frías, con nieblas abundantes, y se pueden tratar empleando sales de cobre autorizadas.

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